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Miércoles, 30 de Octubre de 2024

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LA NUEVA ERA DEL VENTURE CAPITAL

Con tipos de interés prácticamente nulos o negativos tras la gran crisis financiera, casos de éxito de startups entonces recientes y un fomento del emprendimiento sin precedentes en España y Europa, la industria del venture capital experimentó un crecimiento descomunal en la última década. Y un crecimiento descomunal suele implicar falta de rigor.

LA NUEVA ERA DEL VENTURE CAPITAL

El venture capital se centra típicamente en la inversión en etapas tempranas de empresas innovadoras/tecnológicas (startups), con un componente de alto riesgo (muchas startups quiebran, y cuanto más disruptiva y joven peor) y otro de alta rentabilidad (invirtiendo pronto en empresas que pueden crecer muy rápidamente, se pagan valoraciones muy inferiores a las que pueden alcanzar en el medio plazo).

El venture capital es sexy. Sobre todo, con la rentabilidad y múltiplos sobre la inversión que muestran en los medios los casos más sonados. Y en poco tiempo. Los medios no suelen hablar, sin embargo, de miles de startups que quiebran intentándolo. Ni los gestores que captaron cientos de millones de euros para fondos de venture capital en ecosistemas incipientes. ¿Cientos de millones? ¿Para startups en fase temprana? Si, o para lo que sea, dirán otros. Para la fiesta.

La burbuja del venture capital

Aunque no es oro todo lo que brilla, el venture capital ha brillado en la última década más que nunca. Por lo atractivo de sus casos de éxito, con muy atractivas rentabilidades obtenidas ayudando a atractivos emprendedores a “alcanzar sus sueños”. Por falta de alternativas. Por no quedarse fuera de la fiesta. Y llegaron más invitados de lo esperado: desde business angels poco avezados a corporaciones sin interés real por la rentabilidad sobre su inversión, pasando por fondos (de todo tipo, no sólo de venture capital), family offices, bancos y un largo etcétera. Todo ello sazonado de un amplio abanico de subvenciones regionales, nacionales y supranacionales para fomentar el emprendimiento. 

Posiblemente demasiado dinero para un segmento del mercado que debiera ser de nicho. Recordemos: startups = fuerte innovación/tecnología + fase temprana. Esto debería implicar pocas nuevas startups de verdad al año (frente a cafeterías, por ejemplo) y poco volumen de inversión requerido por éstas (por minimizar dilución, mientras se van alcanzando hitos que reducen su riesgo como, por ejemplo, alcanzar la rentabilidad). Cuando hablo de startups “de verdad” digo que una cafetería que te permita reservar una mesa online no es una startup. Y cuando hablo de poco volumen de inversión requerida, me refiero a que para alcanzar altas rentabilidades hay que invertir pronto y a valoraciones moderadas, momento en el que las startups no pueden digerir decenas de millones de euros. Ni valen esas valoraciones ni sabrían qué hacer con tanto dinero. Pero ahí estaba, y muchas decidieron cogerlo.

De la fiebre del oro a la cordura

Y comenzó la ilusión, ya en 2017-2019. Con valoraciones sin sentido de decenas de millones en startups sin apenas facturación. Con el ansia de muchas por quemar caja como si no hubiera un mañana, en la mayoría de ocasiones animadas por sus inversores. Ya llegará la siguiente ronda de financiación, se decían.

Con unicornios (startups que alcanzaban los mil millones en valoración) que perdían cientos de millones de euros al año. Más bien borricos con cucurucho que unicornios, como diría un co-inversor cercano. Con mega inversores que invertían cientos de millones sin mirarse números ni valoraciones (ver caso de Softbank en Wework, por ejemplo). Con la dependencia infinita de financiación externa y un juego parecido al de las sillas musicales: no financias una empresa hasta que crezca y se haga rentable, si no hasta que llegue el siguiente inversor, te compre tu participación y siga financiando la startup. Hasta que no hubo siguiente inversor, y muchos se dieron cuenta de que muchas de sus startups invertidas no eran sostenibles ni iban a ser rentables nunca. ¿Había sido una ilusión?

Se paró la música en la segunda mitad de 2022. La inflación, la subida de tipos, tensiones geopolíticas, la aparición de alternativas de inversión… y la pérdida de brillo del venture capital. Si, es verdad que fondos especialistas y con rigor habían conseguido muy buenas rentabilidades, pero otros no. Y en particular muchos de los de mayor pedigrí, lo que les había permitido captar mucho dinero, y cuánto más dinero gestionas más difícil rentabilizarlo en un segmento pequeño del mercado, según comentado. Existe una gran dispersión entre gestores, y claramente no es oro todo lo que brilla. Además, muchos de los “turistas” desaparecieron, provocando un silencio ensordecedor para startups acostumbradas al dinero fácil y a un enorme poder de negociación con inversores. 

Todo ello nos conduce a una nueva era para el venture capital. Una en la que debemos poner orden gracias a lo aprendido en esta última década. En la que florecerán los gestores con rigor y las startups de verdad pedirán el dinero que piensan necesitar, no el máximo que pueden captar a la mayor valoración posible. Y lo vemos: vuelve la gestión de la tesorería, la búsqueda de la rentabilidad y los márgenes, a nivel unitario y de empresa. Vuelven las valoraciones moderadas y las condiciones favorables para inversores especialistas. La creación de empresa y de valor para clientes, empleados y accionistas… por oposición al máximo enriquecimiento personal en el menor plazo posible, para emprendedores o para gestores. 

Inversión consciente y ordenada

El venture capital debe entenderse como una inversión a largo plazo. Los fondos de los gestores experimentados duran 8-10 años, traspasando varios ciclos. Con grandes ventajas por su descorrelación con otros activos y por su alta rentabilidad esperada (los buenos gestores superan una TIR del 15-20%). Con importantísimas externalidades para nuestra sociedad por el fomento de la innovación y la competitividad empresarial. 

Pero siempre con visión de empresa a largo plazo, con ambición por maximizar el valor creado, con rigor en las valoraciones, gestión empresarial y gestión de carteras. Así, en la encrucijada de la adopción de tecnologías altamente disruptivas y la vuelta a la razón en las valoraciones y gestión empresarial, la nueva era del venture capital parece vencer a la ilusión de los últimos años. Sólo con orden y ética conseguiremos consolidar la inversión en innovación, emprendimiento y tecnología en nuestro país, tan importante para nuestro futuro.

El venture capital nunca ha sido una fiesta. Es una profesión que requiere de disciplina y rigor.

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