Esta mañana, temprano —como es habitual— me he conectado a mis suscripciones en China: periódicos, pódcast… Todo con la intención de anticipar qué decisión adoptaría hoy el gobierno ante la gravísima coyuntura de la entrada en vigor de los aranceles del 104 %.

Lo primero con lo que me he topado ha sido la publicación, por parte del Consejo de Estado, de lo que ellos denominan el “Libro Blanco”: un extenso tratado en el que despliegan su visión sobre las relaciones comerciales entre China y Estados Unidos. Lo he leído... y puedo confirmar que el título es lo más ligero del documento.
Pues bien, mientras lo leía —y debo confesar que contenía la respiración a cada párrafo— fui tomando conciencia de lo que iba a ser la respuesta de Pekín ante la agresión arancelaria de Washington. Ustedes lo han visto esta tarde, con el anuncio oficial de represalias de China, que elevan al 84 % los aranceles a productos estadounidenses. Yo, en cambio, ya lo intuía a las 5:30 de la mañana.
A partir de este White Paper, ¿Qué cabe esperar sobre el futuro de este grave conflicto entre los EE.UU y China?
La primera conclusión, tras una tensa lectura, es que no podemos, no debemos, esperar la reversión de las hostilidades. Más bien al contrario. ¿Por qué? Mi impresión acerca del tono (técnico) y el contenido de este White Paper, es que busca construir una narrativa estructurada en torno a la idea de una China que respeta las reglas, mientras que sitúa a los EE.UU. en el lado del incumplimiento de esas reglas. Es decir, cero autocríticas.
Por otro lado, no he encontrado en todo el documento indicio alguno de propuestas prácticas orientadas a una desescalada, lo que debilita su valor como base para una solución negociada. Ignoro si la intención era tender puentes. Si ese fue el propósito, la formulación resulta claramente desacertada. En consecuencia, queda la impresión de que el objetivo no era, en absoluto, facilitar el acercamiento. Lejos de contribuir a la distensión, el documento acentúa la confrontación discursiva.
“Tras la lectura de este White Paper, una primera conclusión es que no debemos esperar la reversión de las hostilidades.”
Intención del documento. Intención de Pekín
En clave positiva: 1) El documento es un posicionamiento oficial del gobierno chino en el que reivindica la naturaleza mutuamente beneficiosa de las relaciones económicas y comerciales entre China y Estados Unidos.
2) El documento reafirma el compromiso de China con el libre comercio y las reglas de la OMC. Según ellos, “Pekín ha reforzado la protección de propiedad intelectual, notificado subsidios de forma transparente y mantenido la estabilidad del RMB”.
En clave negativa: 1) Utilizan el documento para denunciar lo que perciben como incumplimientos sistemáticos por parte de EE.UU. del Acuerdo Económico y Comercial Fase Uno. (Washington dice que China no ha cumplido ni el 63% del acuerdo). 2) Aprovechan para rechazar el unilateralismo y la politización de la economía por parte de EE.UU.
Un resumen (en bullet points):
El mensaje central del White Paper es que China quiere proyectarse como una potencia responsable y constructiva, mientras que presentan a los EE.UU como proteccionistas, unilaterales y contrarios a los principios del multilateralismo.
No hay ambigüedad en la voluntad del documento. De forma cristalina exponen datos para deslegitimar las medidas estadounidenses y presentar a China como cumplidora, dialogante y víctima.
Pekín utiliza el documento para señalizar que se orienta ahora más a la defensa reputacional que a una estrategia pragmática de resolución negociada. Resistencia y devolver golpe por golpe.
“La creciente distancia estratégica entre ambas potencias, a estas alturas, sugiere la posibilidad de medidas que trascienden el ámbito estrictamente arancelario.”
Implicaciones para los mercados:
La creciente distancia estratégica entre ambas potencias, a estas alturas, sugiere la posibilidad de medidas que trascienden el ámbito estrictamente arancelario. Entre los escenarios que cabe contemplar —aunque aún especulativos— figuran restricciones a la presencia de ADRs de empresas chinas en mercados clave de EE. UU., así como posibles ajustes cambiarios (devaluaciones) por parte de Pekín que podrían repercutir en la estabilidad financiera del resto de economías asiáticas y latinoamericanas. En el extremo más adverso, no puede descartarse un episodio de tensión que combine rasgos de la crisis asiática (1997 iniciada con la devaluación del Bath Tailandés, que arrastró al resto de monedas regionales) y la crisis del tequila (1994 por devaluación del peso mexicano y que arrastró al resto de América Latina).
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Alex Fusté
Economista Jefe de Andbank