La situación de tensión que mantiene el Ejecutivo en los distintos frentes se pone de manifiesto, de manera especial, en este tramo final del año.
Si hace más de un mes que hablábamos de la situación en que se encontraba la asistencia sanitaria de algunos funcionarios, y cómo peligraba la misma, todavía seguimos caminando por el alambre, pendientes de que se resuelva la situación. Se prepara una segunda licitación y podría servir para enmendar los errores previos. En cualquier caso, la presión afecta a un colectivo de más de 1.5 millones de personas.
Afortunadamente, parece que la Administración reconoce que su propuesta no fue acertada y por ello se muestran dispuestos a un segundo intento donde el incremento de la oferta inicial es la única solución, y aunque no llegue a los niveles exigidos por aseguradoras, el entendimiento debe llegar sí o sí.
Si hay un aspecto donde la presión no cesa, son los impuestos. Se ha aprobado la reforma fiscal en el tiempo de descuento, tras negociaciones de PSOE con los diferentes socios, tirando de la cuerda cada uno hacia su lado.
Teóricamente amparada por el compromiso del Gobierno ante Bruselas, el matiz radica en que desde Europa no se ha pedido subida de impuestos como tal, sino estabilidad presupuestaria, algo que también se puede lograr con la bajada del gasto. Evidentemente, ese gasto no se controla y sube exponencialmente, lo que obliga a poner el esfuerzo en la recaudación de impuestos.
De entrada, queda aprobado el tipo mínimo a las multinacionales, se endurece el impuesto a la banca o se sube la tributación del ahorro en el IRPF, hasta alcanzar el 30%. Medidas alejadas de la clase media, en principio. Cierto es que las rentas del ahorro se ven afectadas a partir de 300 mil euros, algo que no implica a una gran mayoría de ciudadanos. Pero no es menos cierto que en unos años, hemos pasado de duplicar la tributación en ese punto, del 15% al 30%.
Respiran, por ahora, los afectados por la subida de gravamen a las Socimis, la subida al diésel o aquellos que pueden seguir beneficiándose de la exención a los seguros de sanidad privada del Impuesto sobre las Primas del Seguro.
Sea como fuere, la realidad esperpéntica, tal y como la tildan algunos, viene por la falta de apoyos. O, mejor dicho, cuando parecía que el impuesto a la banca y a las energéticas iba a perpetuarse, alguno de los socios actuó para retirar el segundo, antes las presiones de las empresas, que pensaban en paralizar inversiones o llevárselas de nuestro país. Y hablamos de realidad bochornosa por lo que implica el cambio de opinión de unos según sople el viento o los intereses de turno, algo que no hace más que mostrar la debilidad en la que se encuentra el gobierno a la hora de sacar adelante ciertas propuestas.
La buena noticia es que, por ahora, no son tantos los ciudadanos impactados de manera directa. Esperemos que el endurecimiento de impuestos para las empresas afecte lo menos posible a los trabajadores y no sean los que paguen, indirectamente, los platos rotos de las políticas fiscales.
Francisco González
Colaborador de eii