A largo plazo, la renta variable mundial ha ofrecido una rentabilidad impresionante, a pesar de las guerras y otros problemas de orden geopolítico que se han producido en el camino (véase el gráfico siguiente). Sin embargo, a corto plazo, los acontecimientos geopolíticos pueden causar una volatilidad significativa, y somos muy conscientes de los riesgos. El año 2022 fue un claro ejemplo del impacto que pueden tener. Tras la invasión de Ucrania, los precios de las materias primas se dispararon, lo que contribuyó al fuerte aumento de la inflación y a pérdidas significativas tanto en los mercados de renta variable como en los de renta fija.
Como inversores a largo plazo, creemos que es importante permanecer invertidos durante los periodos de incertidumbre. Sin embargo, reconocemos que los altos niveles de volatilidad pueden no estar alineados con el apetito por el riesgo de un inversor. Los acontecimientos geopolíticos también pueden crear riesgos y oportunidades a corto plazo que queremos evitar o aprovechar. Para ello disponemos de una serie de herramientas.
Una correcta asignación de activos
Nuestra capacidad para asignar capital entre diferentes clases de activos y diferentes regiones del mundo es clave para gestionar el riesgo geopolítico en las carteras.
En nuestras carteras multiactivos, siempre mantendremos una combinación de activos defensivos que diversifiquen y protejan las carteras de las crisis, ya sean económicas o geopolíticas. Esto incluye generalmente bonos soberanos, que tienden a actuar como «activo refugio» cuando los inversores están inquietos. Sin embargo, como hemos visto en los últimos años, los bonos no siempre son la forma más eficaz de protegerse cuando la inflación es alta. Y el aumento de la inflación suele ser una de las consecuencias de las guerras y los conflictos, que pueden interrumpir las rutas comerciales y el suministro de materias primas. En consecuencia, cuando nos preocupa el riesgo geopolítico, es probable que también estemos expuestos de manera significativa al oro y a otras materias primas. Actualmente mantenemos ambas. El oro ha sido uno de los activos más rentables del año (+27,5% hasta finales de septiembre). La rentabilidad de otras materias primas ha sido desigual, pero creemos que siguen siendo un importante elemento diversificador dentro de las carteras.
También podemos actuar con rapidez para ajustar nuestra asignación de activos en respuesta a acontecimientos geopolíticos. Tras la invasión de Ucrania, redujimos nuestra exposición a la renta variable al aumentar la amenaza de «estanflación» (inflación creciente y crecimiento bajo o negativo). Dentro de nuestra asignación restante a la renta variable, recortamos nuestra exposición a Europa, que juzgamos más expuesta al riesgo económico derivado de la escasez de energía. Ambas decisiones favorecieron la rentabilidad en un año difícil.
Las divisas son otra herramienta que nos ayuda a gestionar el impacto de los conflictos. Las carteras tienen una exposición significativa al dólar estadounidense y al yen japonés, que pueden actuar como refugio en periodos de mayor volatilidad. Esto proporciona a las carteras cierta protección.
Planificación de escenarios
Comprender lo que los distintos escenarios podrían significar para la economía y los mercados es quizá la parte más importante de nuestro enfoque del riesgo geopolítico. Nuestro Comité de Inversiones se reúne semanalmente y examina periódicamente las situaciones de alto riesgo. El Comité puede reunirse, y de hecho se reúne, con muy poca antelación para tomar decisiones en respuesta a acontecimientos significativos que afectan a los mercados.
Una aportación clave en nuestro trabajo de planificación de escenarios es el análisis de los economistas de Schroders. El equipo examina una amplia gama de escenarios para la economía mundial, incluidas las crisis geopolíticas. Un escenario que han modelizado recientemente es una guerra en Oriente Próximo, con una escalada de los precios del petróleo hacia los 150 dólares por barril y el cierre de las principales rutas marítimas. Es probable que el impacto macroeconómico sea altamente “estanflacionario”, con un aumento de la inflación y una ralentización del crecimiento mundial, como ocurrió tras la invasión de Ucrania.
La guerra y los conflictos pueden tener consecuencias muy negativas para países concretos e incluso para la economía mundial. Al mismo tiempo, la historia sugiere que posicionarse para el peor de los casos resulta costoso a largo plazo. Un enfoque pragmático y activo es esencial para conseguir el equilibrio adecuado.