Las bondades del turismo están suponiendo un deterioro en la calidad de vida de ciertas zonas tensionadas.
Seguro que cuando alguien se fija en un titular como este en mitad del tórrido verano que estamos atravesando, puede pensar que al que escribe se le ha cruzado un cable para denominar así a tal hecho.
No cabe duda que, en nuestro país, el turismo juega un papel fundamental. El peso de esta actividad en el conjunto, medido a través del Producto Interior Bruto, sigue siendo muy relevante y alcanza cifras que rondan el 13%. Uno de los principales motores de crecimiento y que, después de la pandemia y como ha ocurrido en muchos países, está teniendo un boom espectacular.
Pero sin entrar a analizar el fenómeno turístico en su conjunto, sí me gustaría poner el énfasis en una de las “modas” que está suscitando alegrías, quejas, injusticias y problemas regulatorios, según a quién le preguntemos. Todos tenemos un conocido que compró un apartamento, lo adecentó y ahora obtiene una rentabilidad desorbitada, aunque lo alquile solamente 10 días al mes. Efectivamente, me refiero al “alquiler turístico”, algo que está consiguiendo enfrentar a las comunidades de vecinos, al sector hotelero, a ayuntamientos y comunidades autónomas.
Algunos ayuntamientos han llegado a prohibir el citado uso por la repercusión en los precios de las viviendas en alquiler e incluso por el deterioro en la calidad de vida de ciertas zonas, pero reclaman a organismos comunitarios o estatales, la falta de control sobre los mismos. La regulación de los alquileres turísticos es dispar, pudiendo tener 19 regulaciones “diferentes”, según la Comunidad Autónoma. Y los ayuntamientos han adoptado sus medidas, limitaciones o prohibiciones. Un ejemplo: Barcelona, que no refleja al resto del país pero que se trata de una urbe importante, divide el municipio en zonas y en función de eso, se podrán explotar o no, establecimientos de uso turístico. No sé si es el camino, pero se ha tenido que llegar a ese punto.
Existe la posibilidad de “limitación en las comunidades de propietarios”, donde la Ley de Propiedad Horizontal permite que se adopten acuerdos que limiten o condicionen el ejercicio de alquiler turístico (con acuerdos de propietarios que sumen las tres quintas partes del total).
Para compensar la presencia de estos “negocios”, es cierto que se les faculta a las comunidades de propietarios para establecer cuotas especiales de gasto o incremento de hasta un 20% en los mismos, algo que lejos de ser disuasorio, es una pantalla perfecta para quedar bien de cara a los vecinos sin rascarse mucho el bolsillo (si en lugar de pagar 200 eur al mes de gastos de comunidad, tengo que abonar un 20% más, esto es 240€, el beneficio de un alquiler turístico compensa con creces que el exceso de cuota).
Y como se habla de que la citada Ley de Propiedad Horizontal, permite limitar o condicionar, y no está tan claro que se pueda prohibir, ya tenemos un batiburrillo que no deja un camino claro si no es por la jurisprudencia que vamos conociendo, decisiones del Tribunal Supremo y, entre medias, avisos de las Comunidades Autónomas o Ayuntamientos sobre por dónde irán los tiros. Vamos, pocas certezas en un camino intrincado, por lo que se ve.
Sinceramente, no veo rápida resolución a un problema que, cada vez más, afecta a múltiples lugares de nuestra geografía, sin tener que poner el ejemplo de Barcelona. Incrementos de alquiler del 70% (ejemplo de Cuenca) están lejos de conseguir que el acceso a vivienda sea fácil, o casos como los de Baleares, donde hay profesionales que no se pueden permitir vivir allí en condiciones aceptables, ya sean camareros, médicos o maestros.
Eso sí, mientras tanto, la rueda sigue funcionando y aplastando todo lo que pilla en su camino. Esperemos que el destrozo no sea mucho mayor y podamos tener cierto control, limitaciones y certezas para los propietarios, vecinos, sector hotelero, ayuntamientos, y turistas, sin que con ello se pierda el atractivo de un sector que, a buen seguro, seguirá siendo uno de los importantes en nuestro país.
Francisco González
Colaborador de eii